jueves, febrero 21, 2008

Filosofando en Alcalá

La maternidad ha cambiado mi forma de pensar y particularmente, mi forma de concebir el trabajo. A continuación una nota que encontré entre los apuntes de la última crónica de viaje que escribí para Satena:


Desde Alcalá, en el límite del Norte del Valle, Quindío y Risaralda,

Ya no me pertenezco. Soy la mamá de alguien que no está conmigo. El clima es increíble, las chicharras se oyen en la tarde. Cuando bajaba flotando boca arriba por el río junto a la canoa de guadua, cuando tomaba notas sobre arrayanes, caracolíes y yarumos que desfilaban, el baile de los siriríes y las garzas en el lomo de cebús que venían a tomar agua en la orilla, pensaba que tengo el mejor empleo del mundo. Pero yo no soy eso. A veces hago el papel de reportera, y ahora ese papel se ha vuelto más rico que nunca. Ahora es un juego ligero y divertido, un juego de rol, un rato emocionante de función escénica. Pero por fuera de las tablas está el pedacito de mí que me mueve.

Llamo cada tres horas, y Jean Marie me cuenta que Amalia dijo “bon”, que pasó la noche sin levantarse, que después de todo, se ha tomado el tetero. Mañana a esta hora estaré con ella. Qué felicidad.

miércoles, febrero 06, 2008

Mi primera separación

Pánico. Tengo que dejar por tres días a mi bebé por primera vez. Desde que nació ni siquiera he tenido que vivir el temido final de la licencia de maternidad y separarme de ella durante el día. Trabajo escribiendo desde la casa y acomodo las citas de trabajo y entrevitas a sus horarios de sueño y comida.

A veces la llevo incluso al Museo donde he estado escribiendo el guión de una exposición. El lunes tenía que cubrir la manifestación contra las Farc para un medio francés y me la colgué al otro lado de la grabadora y la libreta. Había unas señoras de uña pintada con un cartel de NO MAS SECUESTROS muy indignadas, pero no con los secuestros, sino con que "ese bebé" se va fuera insolar (por supuesto yo la había embadurnado de bloqueador pediátrico).

Tan pendiente vivo de ella, que a los seis meses sigo amamantóndola exclusivamente, y la niña no acepta ni siquiera la leche materna en biberón. Ya venía diciendo en el anterior post que tenía que arreglar ese problemita cuando resulta que tengo que viajar este viernes para un artículo y dejar a la niña tres días con su papá.

Es una crónica de turismo de aventura sobre los paseos en balsa por el río la Vieja en el Quindío para una compañía aerea. Me comprometí a hacerla porque no quiero perder ese trabajo ocasional que es muy divertido.

Al principio pensé que podía llevarme a la chiquita conmigo, pero no me atrevo a meterla en la balsa. No es como si pueda explicarle que en caso de que nos caigamos al agua tiene que cerrar la boca.

Así las cosas, Amalia tendrá que aprender a tomarse el tetero si no quiere morirse de hambre. Yo me llevaré la maquina extractora de leche y no sé en qué momentos del día me ordeñaré para no congestionarme.

JM tendrá la parte más dura, pero no parece preocupado. Yo le digo que va a darse cuenta de todas las cosas que hago como mamá y va a valorar más mi trabajo extra, pero él no me cree. Ya veremos como resulta todo.

lunes, febrero 04, 2008

Auxilio, mi bebé no toma el biberón, ¿acabará eso con mi profesión y mi matrimonio?

Siguiendo los consejos del método Brazelton comenzamos a darle a Amalia una de sus tomas de leche materna en tetero desde la tercera semana. Se la daba JM a la media noche mientras yo dormía, lo que era de gran ayuda y además les permitía a padre e hija tener un rato especial.
Yo me sacaba leche en la mañana y si tenía que salir a trabajar le dejaba suficiente para que tomara otros teteros durante el día.

Todo iba de maravilla, la niña, que acababa de cumplir tres meses, ya estaba comiendo cinco onzas en cada una de estas tomas. Yo me imaginaba una transición sin problema al destete, cuando de repente dejó de aceptar el biberón. Fue una noche en que JM se levantó como siempre a atender su llanto, le ofreció la botella y ella empezó a sacudir la cabeza, a tencionar las piernitas y a llorar a grito herido.

Después de una hora de lucha yo me levanté y JM, desesperado, me dice "Qué pena, no sé lo que pasa pero no quiere el tetero", así que le di el pecho y se calmó casi inmediatamente. A partir de entonces la misma escena comenzó a repetirse cada noche. tratamos de cambiarle los chupos de los teteros por unos más rápidos, las botellas angostas a anchas, pero nada servía.

JM se fue dando por vencido, tras cada "pelea" con la chiquita quedaba como herido con ella. "Pues si no quieres, te vuelves a dormir", le decía y la dejaba llorando en la cuna, o simplemente no se levantaba al oírla llorar y esperaba a que yo lo hiciera. Entonces comenzaron las peleas y recriminaciones veladas entre nosotros. A mi nunca me había gustado su forma de darle el biberón de la noche. No se preocupaba por descongelar leche con anticipación cuando hacía falta, dejaba que la niña llorara y me despertara en lugar de cargarla mientras calentaba el tetero, la llevaba a la sala y prendía el televisor para no dormirse en lugar de intentar romper lo menos posible el patrón de sueño de la niña, o dejaba la leche fuera de la nevera y se la daba al clima.

Entonces, como de todas formas los gritos me despertaban, yo me paraba y con cara de reproche empezaba a hacerle "sugerencias" o a remediar los posibles errores que creía, impedían que Amalia tomara su tetero. La niña seguía gritando, JM se ponía furioso de que yo viniera a decirle cómo hacer las cosas y se iba de vuelta a la cama pues, si yo me levantaba a "joderle la vida", de nada servía que él se siguiera despertando.

Poco a poco JM dejó de darle el tetero en la noche con lo que evitamos las peleas. La chiqita ya come sólidos, lo que alarga las horas de tomas y la ayuda a dormir muchas horas seguidas. Pero el problema sigue. He tratado de proponerle uno que otro tetero, pero no los acepta y desde el momento en que me huele empieza a desvestirme para que le de el pecho.

Ya no me siento tranquila de separarme de ella durante el día y dejarla con un tetero, así que si planeo una cita de trabajo no puede durar más de tres horas. Incluso he ensayado llevarla conmigo a hacer reportería pero es medio desastrozo. El otro día le hice una entrevista a un coronel retirado con la niña llorando y tuve que ponerme a amamantarla en la mitad de sus remembranzas de guerra. No creo que le haya dejado una impresión de gran profesionalismo, y por los gritos, la grabación fue casi imposible de decifrar.

Cuando Amalia no pasa derecho la noche yo empiezo a estar agotada y de mal genio y culpo en silencio a JM, que duerme tan tranquilo. Ahora le he empezado a enseñar a tomar jugo de una taza especial pero sólo acepta unos sorbos. Algunas veces, cuando no soy yo quien lo intenta, toma un poquito de biberón, pero nunca más de dos onzas. Espero que las cosas mejoren.